Las prisiones de la tiranía obsesiva de la perfección

Terapias

En la primera sesión de terapia que tengo con los pacientes, pongo especial interés en cómo éstos definen y experimentan a través del lenguaje su sintomatología.

No son pocos las personas, sobretodo curiosamente las que manifiestan rasgos obsesivos, que repiten hasta la saciedad y con un grado alto de angustia:

«no puedo controlar mis pensamientos, ni mi ansiedad, ni mis emociones, estoy perdido/a».

Incluso otras terapias le han hecho creer que gracias a la psicología podría cambiar para siempre sus pensamientos negativos por otros positivos, paradójicamente las terapias cognitivas enseñan a identificar el lenguaje rígido y distorsionado para cambiarlo por otro más flexible y realista, sin embargo si leemos entre líneas el mensaje que se le está dando al paciente es:

» Tienes que controlar lo que piensas, si no, nunca serás normal y feliz»:

-«No te descuides, a ver si vas a pensar algo malo y te va a dar ansiedad, para estar bien, debes llevar un registro, anotar cada uno de tus pensamientos, pillar los errores y luego cambiarlos».

Yo también comencé mi práctica clínica mandando al paciente este tipo de tareas, posicionándome como experta que tiene la receta mágica para el mal del paciente que por su naturaleza sufriente se muestra ignorante. Sin embargo, a medida que evoluciono como psicóloga, más cuenta me doy de que el experto no es otro que el paciente, soy yo quién cada día aprende alguna lección sobre ellos. Entiendo mi forma de trabajar como una lectura entre líneas del discurso, la actitud y las emociones de la persona junto a una devolución continua al paciente de ese espacio vacío, intacto y sano entre sus líneas, que le pertenece, para que él/ella mismo/a en el contexto terapéutico reescriba con su sabiduría la historia que se quiera narrar.

Gracias a las enseñanzas que me reportan las personas que trato he podido comprobar que hay que andarse con cuidado con cómo trasmitimos los psicólogos las herramientas terapéuticas. Con las mejores intenciones, podemos conseguir los peores resultados: muchas veces las técnicas generan más tensión, rigidez y expectativa irreal de control. No digo que este tipo de tareas no sirvan, yo misma las sigo utilizando no pocas veces, lo que quiero puntualizar es que en mi experiencia clínica, sobretodo con pacientes con rasgos obsesivos, esto no hace más que empeorar el problema.

Cualquier técnica psicológica debería ser el andamio que ayude a construir la estructura psicológica sana de la persona…una vez construida la casa, los andamios deben ser retirados para siempre.

En mis terapias actuales huyo de transmitir el control como salvador de la psique humana, más bien todo lo contrario:

«En la naturaleza, los equilibrios más estables se basan en el hecho de que hay un pequeño desorden que mantiene el orden».

Las personas vienen sufriendo porque se les ha dicho de manera directa o indirecta que tienen que tener todo bajo estricta supervisión, también su felicidad. Una sociedad basada en la competitividad junto a la exhibición de lo agradable y la vergüenza y censura de lo desagradable, es el caldo de cultivo para que un tanto por ciento alto de personas no puedan sentirse válidas y seguras. El mundo se torna un lugar inhóspito en el que vivir.

Por ello invito en mis terapias y sesiones de meditación a dejar de perseguir el control como estrategia de mejora psicológica. En su lugar trabajo con el concepto de regulación y lo entiendo como el proceso en el que la persona se perdona por no ser excepcionalmente brillante en todos los ámbitos de la vida, se quita la presión por conseguir ser otra persona distinta a la que en realidad se es, se trata de aceptarse con las fortalezas y limitaciones que le caracteriza. Aprende a atender y vincularse menos a los pensamientos y emociones y más a quién permite que esos pensamientos y emociones se den. No es otra cosa que la CONCIENCIA, que sostiene la personalidad de la persona. Dejar de ser robots manejados por la dictadura de los pensamientos y ser más observadores ecuánimes de lo que sucede fuera y dentro de nosotros. Esa conciencia no es ni buena ni mala, simplemente ES y conectar con ella ancla a la persona al momento presente, le da libertad de acción. La lucha por pensar de manera correcta desaparece, porque ya uno ha dejado de identificarse con un fenómeno transitorio de la mente, ya no es un pensamiento catastrófico ni emoción negativa, pero tampoco es un pensamiento agradable ni emoción positiva.

Al fin y al cabo, la terapia debe poder servir para concluir que uno/a ES mucho más que un pensamiento o emoción, es el soporte vital de cualquier fenómeno mental y corporal.

Gema Cortés

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