¿Aprendemos a amar o las experiencias estropean nuestra capacidad de querer?
Al fin y al cabo cada uno tenemos un estilo, una manera de concebir la unidad emocional con el otro. Tendemos a pensar que basta con que nos amen, o con amar nosotros, pero… Definitivamente no todos los amores son iguales: hay amores que matan (literalmente), otros que parecen desaparecer y reaparecer como olas en un mar revuelto, otros que por amar, se convierten en magos, te anulan, te hacen desaparecer. Otros que enganchan sin aparentes motivos, algunos parecen enriquecerte, los hay que sin saber ni dónde ni cuándo te han convertido en una peor persona, una versión paupérrima de ti mismo/a…

Y es que el amor tiene muchas variables implicadas, no es tarea sencilla aprender a amar con calidad, las experiencias vividas y el cómo las hemos recogido e integrado dictan como vivir, expresar y regular nuestras emociones. Pensamos que encontrar una compañera/o de viaje es fácil, nada más lejos de la realidad, también en esto, uno necesita cargarse de humildad y aceptar nuestra vulnerabilidad e ignorancia.
En la pareja van a establecerse y desarrollarse nuestros mayores miedos y fantasmas, aquellos que viajan contigo desde siempre. En la relación íntima con el otro van a desempolvarse la habilidad de estos fantasmas para asustar al otro, e incluso a ti mismo/a. Aprender a amar, llegar al final del tablero y convertirnos en una mejor versión de nosotros mismos, muchas veces pasa por lidiar una guerra interior donde desaprender se transforma en una de las mejores estrategias para no sólo ser buenos en el arte de amar, sino también en el arte de diferenciar qué amor es el que verdaderamente vale la pena.
Un amor sano es aquel que ha lidiado, por separado, una contienda contra los fantasmas inconscientes que perturban su mente. De ahí, que para amar (con calidad) a otra persona, necesites amar (con calidad), previamente, a ti mismo/a.
Gema Cortés