En Japón cuando algo se rompe, en concreto los objetos de cerámica, éstos son reparados con pegamento y polvo de oro. Esta técnica de arte japonés se llama Kintsugi.
La historia del kintsugi (en japonés carpintería de oro) se remonta a finales del siglo XV cuando un hombre muy poderoso, Ashikaga Yoshimasa envió a China, para ser reparado, dos de sus tazones de té favoritos. Los tazones volvieron reparados pero con unas feas grapas de metal, que los volvían toscos y desagradables a la vista. No le gustó mucho el resultado. Por ello se afanó por buscar artesanos japoneses que hicieran una mejor reparación, dando así con una nueva forma de reparar cerámicas, convertida finalmente en arte.
Un arte que representa el camino que un paciente emprende cuando viene al psicólogo.
El arte de reparar la cerámica de esta forma fue tan apreciada que algunos llegaron al punto de ser acusados de romper cerámica para luego poderla reparar con dicho método, sobre la base de que la complejidad de la reparación transforma estéticamente la pieza reparada, dándole así un nuevo valor. De esa manera se da el caso de que antiguas piezas reparadas mediante este método sean más valoradas que piezas que nunca se rompieron.
En el contexto terapéutico, los psicólogos somos los artesanos, que confían en la capacidad de la persona para poder sanar, persistir y fortalecerse pese a los golpes sufridos con el hilo dorado del tiempo y la terapia, dónde el pegamento representa la relación que paciente y terapeuta establecen y el oro, la aceptación, comprensión y valor que la persona va encontrando en los surcos de sus cicatrices. Estas vasijas nos recuerdan que aunque la vida nos deteriore y nos rompa, siempre podemos crecer de nuevo, juntar los pedazos y repararnos terminando siendo más bellos no sólo por fuera sino también y sobretodo por dentro.
“El mundo nos rompe a todos. Y luego algunos se hacen más fuertes en las partes rotas.
-Ernest Hemingway”
Gema Cortés
Psicóloga Sanitaria en Globaltya Psicólogos